Por Clara Restrepo
En el artículo anterior habíamos compartido la vida de Maria Gaetana Agnesi, una de las muchas mujeres olvidadas por la historia, hoy nos hemos encontrado uno de esos tesoros de la literatura que no podemos dejar de compartir aquí en la Red, es un texto de Umberto Eco, semiólogo y gran escritor. Este fragmento lo dedica a las mujeres olvidadas, filósofas y juristas.
Debido a la dificultad de su traducción os dejamos una buena reseña del texto, en el cual viajando por la historia hace mención a varias mujeres filósofas sobre todo de la época clásica, y nos cuenta un relato sobre la historia de las mujeres de la facultad de leyes de la Universidad de Bologna. Adjuntamos el link del original en italiano, para quien pueda estar interesado en leerlo en la versión original.
En el siglo XIII Bettissia Gozzadini recibe lecciones de derecho en la Universidad de Bologna, y fue probablemente la primera mujer en enseñar en un Ateneo. Según dice la leyenda, para poder seguir los estudios de derecho (y con gran éxito, a punto de que sus maestros la habían definido como “monstruo excepcional”) tuvo que asistir a los cursos vestida de hombre -nos parece extraño dado el hecho que un siglo antes y vestida de mujer, asistía a las lecciones parisinas dictadas por Pedro Abelardo la famosa Eloisa-.
Según cuenta la leyenda se dice que Bettisia era tan hermosa que para no molestar a los estudiantes que asistían a sus lecciones en gran número debía dar sus clases cubierta con un velo, leyenda que también circula en torno a la segunda mujer que también dio clases de derecho en Bologna pero un siglo después: Novella d´Andrea, hija de un profesor de derecho canónico, recibió su formación en la escuela de su padre y daba las lecciones de este en sus ausencias, de frente a una multitud de estudiantes, y se dice que también ella se cubría con un velo o según otras leyendas detrás de un biombo.
Sea como hayan sido las verdaderas historias, la leyenda nos quiere decir, que enseñar y hablar en público, para una mujer, no era una experiencia de todos los días ni la sociedad del tiempo habría podido dejar pasar el evento en silencio.
No han dejado obras escritas que las haya llevado a la posteridad y solo la fantasía popular ha logrado mantener la historia viva. Pero estas dos mujeres no han sido las únicas que han corrido con la suerte del olvido, obligadas a velar su propio ingenio.
Las historias y las crónicas han sido indulgentes con las poetisas y las místicas, con las emperatrices y las cortesanas, desde Aspacia a Teodora, de Cristine de Pizan a Maria de Francia, de Caterina de Siena a Hildegarda de Bingen. Pero aparte de estas dos mujeres que hemos mencionado -Bettisia y Novella- poco se sabe de mujeres filósofas o mujeres matemáticas. La misma suerte han tenido las pintoras, aparte de Rosalba Carriera o Artemisia Gentileschi, esto se puede explicar debido al hecho que en un principio la pintura se realizaba en los frescos de las iglesias y no estaba muy bien visto que una mujer se subiera a un andamio a pintar con la falda, de la misma manera no sería fácil imaginar a una mujer a cargo de un taller con 30 aprendices hombres, pero en cuanto se ha empezado a realizar la pintura en caballete las mujeres pintoras salieron a la luz.
En 1690 Menange, un latinista preceptor de Madame de Sevigné y de Madame de Lafayette publicó un “Mulierum philosopaharium historia” – “Historia de mujeres filósofas”- aunque el libro es dedicado solo a la edad clásica presentaba una serie de figuras apasionadas como Diotima la socrática, Arete la cirenaica, Nicarete la megarica, Iparchia la cínica, Teodora la peripatética, Leonzia la epicúrea, Temistoclea la pitagórica, pero la lista no se terminaba aquí, porque Menange revisando libros antiguos y obras de los padres de la iglesia encontró al menos sesenta y cinco mujeres filósofas. Si se piensa que en la sociedad griega la mujer estaba confinada a los muros domésticos, y que para poder gozar de un reconocimiento público la mujer debía ser una cortesana, se puede entender el esfuerzo que han tenido que hacer estas mujeres pensadoras para poderse dar a conocer y afirmarse como filósofas. Dentro de las cortesanas cabe mencionar a Aspacia, versada en retórica y filosofía y que Socrates la frecuentaba con interés. Revisando tres enciclopedias filosóficas de nuestros días, de estos nombres solo hemos encontrado a Ipazia, también se menciona a Diotimia atribuyendo todo el crédito de su fama a Platón.
Curiosamente se encuentra más información en Wikipedia que en las enciclopedias filosóficas en donde se pueden encontrar a Nicarete de Megara o Leonzia que para poder filosofar en libertad eligieron la profesión de Etarias.
En el “Mullierum Philosopharium”, el autor considera también filósofa a Temistoclea que era sacerdotisa de Delfos y se dice que era la inspiradora de Pitágoras.
Para culminar, mencionar a Iparchia de Maronea que en la Antología Palatina deja este texto para la posteridad: “Yo, Iparchia, no elegí los trabajos de mujeres de amplias vestimentas, elegí la dura vida de los cínicos, no tuve chales adornados con hebillas, ni calzados orientales, ni redes esplendorosas para los cabellos, pero tuve una alforja y un bastón, compañeros de viaje y apropiados a mi vida, y una manta para las heladas”. Fue reprochada por haber abandonado los trabajos de los telares a lo cual respondía que empeñó su tiempo en su propia educación en lugar de desperdiciarlo en los telares. Se dice que debido a su apariencia parecía una mujer fea aunque no lo era, no tuvo que cubrirse con un velo como las doctoras de Bologna. Como conclusión no es que no hayan existido mujeres filósofas, es que los filósofos y los juristas han preferido olvidarlas y quizás después apropiarse de sus ideas.
(Tomado del fragmento original de Umberto Eco para l´Enciclopedia delle Donne)