Experto en el tema escribe novela para denunciar este drama, alimentado por la pobreza.
Lo que más le impresiona, dice, es 'la crueldad de la gente que busca enriquecerse con esto'.
El libro Cautivas (Editorial Plataforma), basado en hechos e historias reales, retrata la vida de las mujeres que vienen a España obligadas a ejercer la prostitución para pagar altísimas deudas y permanecen encerradas en clubes nocturnos, sin posibilidad de comunicación ni vías de escape.
Su autor, Miguel Pajares, conoce muy bien esa realidad: preside la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR), y sus numerosos ensayos sobre inmigración, derechos humanos, asilo político y lucha contra el racismo lo condujeron a escribir su primera novela negra, donde narra la historia de Nevena Dimitrova, una mujer búlgara envuelta en una red de esclavitud sexual que opera en Barcelona y que es buscada por la policía por su presunta participación en el asesinato de la prostituta colombiana Yolanda Braun.
¿Por qué eligió la novela negra para incursionar en la ficción?
Es un género que acompaña la acción narrativa de crítica social, y yo quería decir las cosas que vengo afirmando en ensayos y artículos, pero desde una postura social. Por eso, quizás en mi novela hay más crítica que en otras del mismo género.
¿Por qué la trata de mujeres?
El tema lo había estudiado desde el punto de vista académico y antropológico, y creo que la sociedad lo maneja muy mal. La trata de mujeres es el tercer crimen en volumen de negocio en el mundo. Sin embargo, no se le dedican los mismos esfuerzos que a la lucha contra el narcotráfico. Por suerte, desde el año 2000, que se establecieron los protocolos de Naciones Unidas contra la trata de personas y el tráfico de inmigrantes, empiezan a verse legislaciones contra la trata. Aquí, en España, sigue siendo muy débil la legislación que hay. Tal vez tenga que ver con que las víctimas son mujeres extranjeras en situación de pobreza.
¿Cómo las convencen para viajar?
La oferta de trabajo es el camino más común. Les ofrecen algo que las ilusione y las seducen hasta convencerlas. Una vez que las han captado, les hacen creer que son delincuentes, que hacen parte de la misma red. A algunas les dicen que tienen una deuda y que dependen de ellos para poder escapar de la policía y volver a su país. Ellas siguen en el engaño creyéndose que también son delincuentes y por tanto no se atreven a ir a la policía. La deuda es un elemento clave en todo esto: ellos te dicen que les debes miles de euros, porque es lo que les ha costado traerlas y hasta que no paguen, las amenazan con que su familia puede sufrir daños.
Si hay tanta información al respecto, ¿por qué todavía hay mujeres que caen en estas redes?
La pobreza es un elemento clave. La pobreza, la falta de salidas, de perspectivas de futuro, lleva a que estas mujeres sean más fácilmente engañadas, que estén dispuestas a creerse cualquier cosa que les abra una ilusión. El segundo elemento son los pocos medios que se ponen para luchar contra las redes de trata de personas. En España han mejorado los protocolos de actuación de la policía cuando entran en un burdel para ver si hay víctimas de prostitución forzada, pero todavía dejan mucho que desear. Muchas de ellas son tratadas como inmigrantes en situación irregular y pasan a un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), como si fueran delincuentes.
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Miguel Pajares |
¿Quiere decir que no se les debería tratar como extranjeras sin papeles?
Exacto. Se les debería tratar como víctimas de una violación de derechos humanos, porque abordarlas desde la Ley de Extranjería es poco eficiente. Si alguna de ellas se decide a denunciar a los tratantes y la denuncia es lo suficientemente sólida como para seguir un trámite judicial, entonces el juez podría concederle permiso de residencia por causas humanitarias. En caso contrario, la denuncia quedaría en nada y ella podría ser expulsada por falta de papeles, pero queda expuesta a la violencia de los tratantes contra ella o contra su familia.
¿De qué manera se puede lograr una denuncia efectiva?
A la mujer que es detectada en las redadas de los burdeles se le da un mes de reflexión para denunciar. Es muy poco tiempo porque ella está agarrotada por el miedo. Las ONG dicen que es insuficiente, que cada caso puede necesitar un tiempo diferente para que la mujer acabe denunciando y, además, las denuncias son peligrosas porque los integrantes de las redes pueden hacer daño a sus familias. Lo que se critica aquí es que solo den protección que necesita si ella denuncia. Ella, de entrada, necesita protección. La justicia tendría que protegerla desde un principio.
¿Qué ha sido lo más difícil en su investigación sobre la trata de mujeres?
La crudeza y la crueldad de la gente que busca enriquecerse con este negocio. Por ejemplo, me sorprendió la dimensión que adquirió la trata de mujeres rusas en los años 90. En el momento en que cae el Muro y la economía empieza a quedar en manos de mafias, algunos se enriquecieron enormemente, pero la población se empobreció y lo que habían sido las juventudes comunistas se reorganizaron para captar cientos de miles de chicas por toda Rusia mediante concursos de belleza. Aquello sí era una estructura criminal fuerte. En los 90, en la Europa occidental, la creación de nuevos burdeles era enorme y el producto principal, por decirlo de esa manera tan cruda, eran mujeres rusas.
¿Cómo ha cambiado el mapa de este problema?
A principios del siglo XXI vinieron muchas mujeres latinoamericanas, sobre todo colombianas y ecuatorianas. Luego fueron llegando muchas de Europa del Este y África, especialmente de Nigeria. Es difícil establecer un mapa preciso porque este es un crimen globalizado.
¿Es diferente la prostitución de la trata de mujeres?
Por supuesto. En mi libro hablo de víctimas de trata, de prostitución forzada. No hablo de la prostitución en general, porque el debate sobre las mujeres que libremente ejercen la prostitución es otro. Yo hablo de mujeres secuestradas, engañadas, que ejercen la prostitución contra su voluntad. Esta es una actividad criminal enorme que mueve millones de euros.
¿Es un error hablar de mafias?
Sí, porque una mafia es una organización muy estructurada con una cabeza y unas inmensas ramificaciones que obligan obediencia y jerarquía. Este no es el caso. La trata de mujeres con fines de explotación sexual funciona mediante redes, mediante conexiones. En un país determinado se sabe que alguien compra mujeres y hay personas que se las llevan. Estos pueden ser incluso familiares o novios de las chicas. El vendedor recibe su dinero y ahí acaba su parte. El que la compra la lleva a otro país y se la vende a otro que tiene un burdel o que sabe a quién vendérsela. Claro que también hay crimen organizado muy estructurado como en Rusia, Japón, Bulgaria, China, pero en la mayoría de los países de Europa del Este hablamos de redes.
Víctimas sin identificar
En Europa hay 800.000 víctimas; de ellas, 270.000 son explotadas sexualmente. De acuerdo con Naciones Unidas, solo una de cada 30 víctimas es realmente identificada.
En España puede haber más de 48.000 en esta situación, “y por lo tanto, sin apoyo para salir de esas redes y acceder a medidas de protección”, según la ONG Proyecto Esperanza Adoratrices.
Los matrimonios serviles, otra forma de trata
Los esposos prostituyen o venden por día a sus mujeres a amigos o redes criminales
A partir de su tesis doctoral, ‘Trata de mujeres: propuestas de intervención desde las mujeres que la han vivido’, la psicóloga social Helga Flamtermesky conoció víctimas de la trata en sus diferentes modalidades en Colombia, Estados Unidos, Filipinas y España. Esta experiencia y la necesidad que ellas sintieron de narrar sus historias para prevenir el delito motivaron la creación de mujerfrontera.org, una web participativa de la que salió una guía práctica, traducida a diferentes idiomas. Gracias a este trabajo, Flamtermesky ha detectado que muchas mujeres colombianas en España sufren matrimonios serviles, pero no pueden contarlo por el miedo que las paraliza y tampoco encuentran apoyo en las autoridades porque es difícil demostrar su denuncia. “Son profesionales de clase media-alta que se casan con españoles o europeos y una vez aquí, sufren violencia en diferentes formas y son prostituidas por sus esposos”, explica la doctora.
Ella recomienda que la familia “se involucre muchísimo más en el seguimiento de lo que vive la mujer después de que se casa, que la acompañen y que hagan caso ante cualquier intuición de que ella no lo está pasando muy bien”.
Igualmente, sugiere a las mujeres que construyan su propia red de amigos y conocidos antes de viajar a Europa para “que se vayan abriendo camino socialmente antes de casarse”.
ZULMA SIERRA, 5 de enero 2014